La tranquilidad de los lunes se disipó en el entorno oficial después de aquella llamada telefónica matinal. El de ayer pudo haber sido el primer reproche, en voz alta, que el gobernador José Alperovich le hizo al director de Rentas, Pablo Clavarino. "Suspendé esos controles", le habría espetado el mandatario al funcionario que aún estaba en Buenos Aires, donde reside su familia. Ninguna otra frase de la conversación trascendió; sólo el duro tono de la reprimenda.
Clavarino se escudó ayer en la sombra de su silencio. La exposición pública de los controles a los hoteles alojamiento fue el detonante para uno de sus peores días al frente de Rentas. Alperovich no se bancó ni las chanzas de sus allegados ni las comparaciones con procedimientos aplicados en una época dura para el país.
Varios funcionarios confesaron que no hubo consultas a la superioridad sobre la conveniencia de hacer fiscalizaciones en lugares "sensibles", según la definición de uno de ellos. Lo curioso es que siempre Alperovich le dio riendas sueltas al recaudador para avanzar con los controles en la facturación, uno de los sistemas que alimenta la recaudación fiscal. En la Casa de Gobierno nadie aventura una eventual renuncia de Clavarino, pero tampoco se arriesga sobre cómo reaccionará el funcionario tras el incidente.